Romanos 8.26-27

Auxílio Homilético

17/07/2005

Prédica: Romanos 8.26-27
Leituras: Isaías 44.6-9 e Mateus 13.1-9
Autor: Rocío Morales
Data Litúrgica: 9º Domingo após Pentecostes
Data da Pregação: 17/07/2005
Proclamar Libertação - Volume: XXX

1.Introducción

En este mundo de afanes y sufrimientos, donde el tiempo es uno de los mayores enemigos, las personas viven en un continuo estrés el cual las lleva a expresar sus sentimientos y deseos de una forma apresurada causando más problemas. Además, el egoísmo, tan característico en los seres humanos no permite actuar coherentemente, sino siempre buscando el propio bienestar que al final de cuentas no es tan “bueno” para si mismos.

El texto para la meditación de este domingo invita a reflexionar precisamente sobre nuestras debilidades, nuestros deseos, el tipo de peticiones que hacemos y la forma como el Espíritu actúa frente a esto. Nos invita también a reconocer la soberanía de Dios y a dejarnos guiar por Él.

2. Texto

v. 26: (y del mismo modo), el Espíritu Santo, viene a ayudarnos en nuestra debilidad.. pues no sabemos pedir como se debe. Pero, el mismo espíritu ruega por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.

Con relación al ser humano se resalta su debilidad y limitación en reconocer lo que es realmente necesario para su vida, demostrado la total dependencia suya ante Dios.

Dos funciones específicas se resaltan aquí con relación al Espíritu Santo: ayudador y guía de nuestras vidas. El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras, lo que los coloca más allá de nuestra comprensión.

v. 27: y el que investiga los corazones, conoce la intención del espíritu, porque, conforme la voluntad de dios, intercede por los santos.

En oposición al ser humano, que no sabe que pedir para si mismo y que no puede comprender la ayuda del Espíritu Santo, Dios si conoce las intenciones, los deseos y pensamientos más profundos de nuestro corazón y el propósito del mismo Espíritu, intercede de acuerdo a su voluntad.

3. Estructura

Encontramos en estos dos versículos una estructura con un paralelismo quiásmico así:

1. el Espíritu viene a ayudarnos en nuestra debilidad.
2. a. nuestra debilidad consiste en que no sabemos como pedir,
    b. ni podemos comprender la ayuda del espíritu santo.
2’ a. Dios, en cambio sabe que necesitamos
    b. y conoce la intención del Espíritu Santo.
1’ Porque el Espíritu pide por los santos conforme la voluntad de Dios.

Podemos ver en los axiomas 1 y 1’ una correspondencia en cuanto a la acción del Espíritu Santo y en las partes 2 y 2’ un paralelismo antitético entre la incapacidad nuestra y el poder de Dios.

4. Meditación

Con la epístola para este domingo tenemos la posibilidad de destacar la naturaleza del ser humano, la acción del Espíritu Santo y la actitud de dios.

4.1 – El ser humano

El capítulo 7 de la carta a los Romanos analiza la ambigüedad de la persona frente a la exigencia de la ley de Dios: “Así que queriendo yo hacer el bien, halló esta ley: que el mal está en mi” (Rm 7.21). La superación de este dilema se encuentra en Jesucristo (v. 25). El estar en Cristo lleva a una distinción entre andar conforme a la carne y andar conforme al Espíritu. Este es el asunto que aborda Pablo en el capítulo 8.

El ser humano que vive por naturaleza conforme a la carne es egoísta y quiere las cosas inmediatamente y para su provecho (Gl 5.16). Es común escuchar historias de personas que se arrepienten de haber pedido algo insistentemente (por mucho tiempo) en oración, pues cuando “su deseo se cumple”, se dan cuenta que no era lo mejor para su vida. La carne pues, no permite que se pida lo que se debe y de la manera debida. Esa es nuestra gran debilidad: dejarnos llevar por los deseos de la carne y por los afanes de este mundo; no saber que pedir y como pedir; no comprender cual es la voluntad de Dios para con nosotros.

4.2 – La acción del Espíritu Santo

Dios responde a nuestra debilidad, permitiendo que al estar en cristo seamos apoyados por el propio Espíritu Santo. Vivir conforme al espíritu más que una exigencia hacia un modelo ético de vida, es el soporte dado a los cristianos para aliviar sus vidas (Rm 8.15). Este testimonio es dado por el propio Espíritu Santo (8.16) quien nos afirma como hijos de Dios. A partir del bautismo, el Espíritu Santo comienza a hacer parte de nuestra vida. Así Dios nos acerca a su presencia, a su voluntad.

La manera como describe la Biblia la acción del Espíritu es con “gemidos indecibles”. Algunas personas ven en estos gemidos una referencia al don de lenguas (1Co 14), pero el texto dice justamente que estos gemidos son indecibles, es decir no pueden expresarse con lenguaje y no dice que sean solamente incomprensibles.

Lo que realmente debe ocuparnos es en cuanto a la incapacidad nuestra en comprender la manera como el Espíritu Santo nos ayuda en nuestra debilidad. Pensemos por un momento cuando éramos niños e inclusive jóvenes y nuestros padres nos pedían hacer cosas que eran necesarias para nuestro bienestar, o nos negaban algo que queríamos porque no nos convenía. Nuestra reacción común era no entender su voluntad y pensar que no nos amaban. En realidad el lenguaje que ellos usaban, aunque fuera el mismo que hablábamos, no lo entendíamos porque las intenciones por detrás de la exigencia o negación eran para nosotros incomprensibles, tal vez aun porque ellos no encontraban palabras para decir lo que realmente querían.

Así como nos fue tan difícil entender la voluntad de nuestros padres y como es para nuestro hijos hoy en día entendernos a nosotros aunque sólo queramos su bienestar, de la misma manera entender la acción del Espíritu Santo, entender sus ruegos exactos a Dios por nuestra vida llega a ser difícil para nuestra forma de pensar.

4.3 – La obra de Dios

La característica principal de Dios en este texto es su omnisapiencia. Ese Dios que todo lo sabe, que todo lo conoce. Aquel que investiga hasta lo más profundo de cada corazón y del cual nadie puede intentar burlarse o engañar (Gl 6.7-8).

Dios en primera medida conoce nuestros pensamientos, necesidades y peticiones, los cuales, seguramente están completamente alejados de él. Pero a la vez tiene presente que en nosotros además de nuestra naturaleza pecadora está el Espíritu Santo, quien nos ayuda por medio de sus incesantes ruegos. Aunque nosotros no tengamos la capacidad de entenderlos, el padre si sabe cuál es la intención del Espíritu, su deseo, sus anhelos con relación a nosotros y además le entiende perfectamente porque su estilo de ver las situaciones, necesidades y soluciones es el mismo.

El Espíritu ruega no conforme a nuestra voluntad, sino a la voluntad de Dios, a su manera. Sus ruegos están de acuerdo a lo que Dios, como buen Padre, quiere para nosotros, así nosotros no los entendamos por ahora. Dios conoce los deseos de nuestro corazón y conoce lo que nos conviene. Así, nuestras peticiones son tomadas por el Espíritu Santo y convertidas en verdadera oración delante del trono de Dios.

Por eso, lo único que nos resta es descansar y esperar en la voluntad de nuestro único y soberano Dios para nuestras vidas y permitir que el Espíritu Santo sea quien nos dirija en nuestra oración. Pues como pedir de una manera conveniente, por nuestra propia razón, no sabemos.

Cuando en Tg 4.3 leemos: “pedís, y no recibís, porque pedís mal”, no debemos concluir que la respuesta a nuestras oraciones radica en la forma exterior de las mismas ni en el carácter piadoso de ellas, lo cual sería orar según la carne. Por el contrario, la correcta oración aquella conforme al Espíritu, es la que parte del entendimiento de que nuestra oración siempre es inadecuada, pero que descansa en la acción intercesora del espíritu santo por nosotros.

5. Indicaciones para el mensaje

Para la realización de la predicación sugiero:
– Pensar en tu caso: cuantas veces has demostrado tu debilidad frente a Dios en la oración: como pesan en ti los deseos de la carne, tu afán, y hasta tu incomprensión para pedir y aceptar la voluntad de Dios.
– Invitar a la comunidad a pensar en esto y si el ambiente así lo permite, que dos o tres personas den testimonio de esto.
– Describir la acción del Espíritu Santo, enfatizando que el creyente no está abandonado a su suerte para enfrentar los problemas.
– Apuntar para la soberanía del amor de Dios.
– Y motivar a la comunidad para que permita que sea el Espíritu Santo quien les ayude y guíe su vida de oración.

Bibliografía

WEISHEIT, Eldon. Sermonetes: O Evangelho para as crianças. Porto Alegre: Concórdia, 1990. p. 91-92.


Autor(a): Rocío Morales
Âmbito: IECLB
Natureza do Domingo: Pentecostes
Perfil do Domingo: 9º Domingo após Pentecostes
Testamento: Novo / Livro: Romanos / Capitulo: 8 / Versículo Inicial: 26 / Versículo Final: 27
Título da publicação: Proclamar Libertação / Editora: Editora Sinodal / Ano: 2004 / Volume: 30
Natureza do Texto: Pregação/meditação
Perfil do Texto: Auxílio homilético
ID: 23583
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