Testimonio de Wittenberg - Una Declaración conjunta de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y la Federación Luterana Mundial

05/07/2017

Testimonio de Wittenberg
Una Declaración conjunta de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y la Federación Luterana Mundial
5 de julio de 2017

Preámbulo

Hoy, en la ciudad de Martín Lutero y en la iglesia en la que solía predicar, nos reunimos para dar respuesta a las oportunidades únicas de renovación continua que el 500 aniversario de la Reforma ofrece a la Iglesia. En esta importante ocasión, la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y la
Federación Luterana Mundial, en presencia de representantes de la Iglesia toda, participan de un testimonio común. Este Testimonio de Wittenberg se basa en los pasos hacia la unidad adoptados por nuestras iglesias miembros alrededor del mundo y por décadas de diálogos teológicos cuyos frutos ahora reclamamos.

1. Juntas, damos gracias a Dios y nos regocijamos en la unidad que ya tenemos en Cristo, que no creamos y que no podemos destruir, ya que la Iglesia es obra del Dios Triuno, la creación de la Palabra y del Espíritu. El don de la unidad no requiere uniformidad sino que se puede encontrar y celebrar también en la diversidad. La diversidad de nuestras tradiciones confesionales y nuestras iglesias son un refl ejo legítimo de nuestros contextos particulares, de modo que estamos unidas, no divididas por tal diversidad.

2. Juntas, celebramos que somos uno en Cristo, compartiendo una herencia común de la Reforma y una fe común. Estamos unidas en la confesión del evangelio de Jesucristo. Nos alegramos de que ya no haya necesidad de estar separadas; nuestras diferencias no son para división de la iglesia. Damos gracias por los ejemplos de aquellas iglesias luteranas y reformadas que ya han declarado la comunión eclesial, compartiendo ya un testimonio común, compartiendo en adoración, testimonio y trabajo para el mundo.

3. Juntas, reconocemos, confesamos y lamentamos que las divisiones todavía oscurezcan nuestra unidad y obstaculicen nuestro testimonio. Lamentamos que a través de nuestra historia, con demasiada frecuencia, hemos formado hábitos y estructuras divisivas, fallando en discernir el cuerpo de Cristo. La injusticia y el confl icto lastiman y escandalizan nuestro único cuerpo. Estamos implicadas en el colonialismo y la explotación que han marcado nuestra historia. Nos entristece la forma en que hemos permitido separaciones por motivos de la raza y de etnia; de clase y otras desigualdades; el patriarcado y el sesgo de género; y la soberbia nacional, de lenguaje y de cultura hasta convertirse en motivos de división y opresiva en nuestras iglesias y en nuestro mundo.

4. Juntas, escuchamos el llamado de Dios y reconocemos el reclamo de Cristo sobre todas las áreas de nuestra vida. Escuchando la Palabra de Dios para nuestras vidas, experimentamos el llamado a una reforma continua. 

Oímos este llamado cuando se predica la Palabra y se celebran los sacramentos.
Oímos este llamado de nuestros antepasados y antepasadas que estaban profundamentecomprometidos con la unidad visible de la Iglesia, que lamentaron los cismas y los llamaron pecado, quienes describieron a la iglesia dividida con tristeza, como un cuerpo desmembrado.
Oímos este llamado de las muchas protestas nacidas del dolor, en la difícil situación de las personas refugiadas y migrantes, en la frustración, la humillación y los anhelos de tantas personas en nuestro mundo común, en las voces de los y las jóvenes que expresan preocupación
por el futuro de la tierra, nuestro hogar común.

5. Juntas anhelamos una renovada imaginación de lo que podría signifi car la iglesia en comunión para nuestro mundo, en nuestro tiempo.

Necesitamos una nueva imaginación para vivir juntas, de una manera que abrace nuestra unidad no sólo como una gracia sino también como vocación.
Necesitamos una nueva imaginación para soñar un mundo diferente, un mundo donde prevalezcan la justicia, la paz y la reconciliación.
Necesitamos una nueva imaginación para practicar espiritualidades de resistencia y visión profética, espiritualidades al servicio de la vida, espiritualidades formadas para la misión de Dios.

6. Juntas nos comprometemos a responder a este anhelo con acciones concretas, convencidas de que la Palabra de Dios nos lleva a una comunión más profunda.

Como comuniones mundiales, luteranas y reformadas, nos comprometemos a explorar nuevas formas de vida en unidad, que expresen más plenamente la comunión que ya tenemos en Cristo.
Nos comprometemos a redoblar nuestros esfuerzos comunes para encarnar nuestra unidad, resistiendo juntas las fuerzas de la injusticia y de la exclusión.
Hacemos un llamamiento a nuestras iglesias miembros para que nuestra unidad sea más visible en sus contextos locales. Invitamos a nuestros socios ecuménicos a vivir con nosotras este compromiso común hacia la unidad y para testimonio al mundo.

7. Juntas oramos para que el Espíritu Santo nos dé el ánimo y la imaginación para vivir fielmente nuestro compromiso de unidad, expresado en el culto compartido, el testimonio y la tarea en el mundo. Oramos por liberación en el mundo más amplio y, por la gracia de Dios, por una profunda renovación y reforma de nuestras iglesias.
 

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