Un corona de espinas - Mensaje de la FLM del Viernes Santo de 2020 - Antje Jackelén

09/04/2020

Un corona de espinas

Mensaje de la FLM del Viernes
Santo de 2020 Antje Jackelén

Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero,
para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la
justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados. Porque
ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora se han
vuelto al Pastor que cuida de sus vidas.
1 Pedro 2:24-25

¡Gracias Pedro por este himno a Cristo inspirado en las palabras del profeta Isaías! “Por sus heridas hemos sido sanados”. ¡Cristo sufrió por nosotras y nosotros!

El sufrimiento es una realidad en este mundo. Dondequiera que se desarrollen la vida y la creatividad, también hay dolor, lucha, sufrimiento y muerte. Así ha sido por millones de años. Y Dios es justo en esto.

Sabes, Pedro, hoy en día muchas de nosotras y muchos de nosotros se ven afectados por el sufrimiento que causa el nuevo coronavirus alrededor del mundo. Al igual que las personas mordidas por serpientes en el desierto que elevaron su mirada a la serpiente de bronce que Moisés había erigido para su sanación (Números 21), estamos mirando al Cristo crucificado y su corona, un corona de espinas, para la sanación de las naciones azotadas por el coronavirus.

A veces, retrospectivamente, podemos ver significado en nuestro propio sufrimiento. A la vez, sigue siendo notoriamente difícil e insensato desde el punto de vista pastoral, definir el significado del sufrimiento de alguna otra persona. En lugar de decirle a otras personas cual es para Dios el significado de su sufrimiento, tenemos que caminar con ellas. Serles de compañía y sanar lo que emana de las heridas de Cristo, a fin de poder vivir para la rectitud y la justicia.

Además, Pedro, en nuestros días seguimos aprendiendo cada vez más sobre el sufrimiento de la tierra. Sé que la tierra no es Jesús. Aun así, la tierra carga
en su cuerpo con heridas, muchas de las cuales son causadas por nuestros pecados, al igual que Jesús cargó con nuestros pecados en su cuerpo. A menudo, al igual que Jesús, la tierra no responde al abuso ni amenaza. Otras veces, la tierra devuelve el golpe y castiga a usuarios y abusadores.

Sin embargo, hay una diferencia: nosotras y nosotros creemos que las heridas de Jesús significan sanación. Las heridas de la tierra no pueden sanarnos, sino que nos recuerdan nuestra propia vulnerabilidad y las heridas que infligimos a otras y otros. Las heridas de la tierra son heridas que claman nuestra ayuda para sanar.

Nuestra participación en sanar las heridas de la tierra puede, después de todo, ser prueba de participación en la sanación que Dios quiere compartir con nosotras y nosotros en Cristo. Si Jesús es nuestro pastor, más vale que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para mantener los pastos sanos porque sin ellos, ¡no habrá pastoreo alguno!

Sabes, Pedro, por muchísimo tiempo, hemos ignorado la conexión que existe entre el pasto y el pastor, la naturaleza y la salvación. Pero, finalmente, parece ser que lo estamos comprendiendo.

Hoy, cuando agachamos la cabeza ante la cruz y la levantamos para mirar a nuestro Señor con un corona de espinas, nos percatamos que confiar en Cristo implica cuidar el suelo que sostiene nuestros pasos. Cuidar el cuerpo que somos, las direcciones que tomamos en las caminatas de la vida y nuestras comunidades. Cuidar a las personas que sufren y velar por la capacidad de sufrir en solidaridad con ellas.

Pedro, ¿nos atreveremos a afirmar que la cruz está en el centro del universo como el abrazo de Dios a todas las luchas que existen? Que Dios en Cristo, ¿no significa sanar tan solo tus pecados personales y los míos, tan solo los sufrimientos humanos, tan solo las heridas del planeta Tierra, sino todo lo que existe? La cruz como credibilidad del amor de Dios.

A Dios, que no permitió que la injusticia de la cruz persistiera, ciertamente no le complace el sufrimiento por el sufrimiento en sí. Más bien, Dios quiere ser conocido por el derramamiento del Espíritu de confort y de fuerza para sanar y celebrar la vida en abundancia. Gracias, Pedro, ¡por una conversación que amplía mis miras!

Arzobispa Dra. Antje Jackelén, vicepresidenta de la FLM para los países nórdicos. 

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